La manecilla de los segundos no puede avanzar. No sabe lo que pasa. La de las horas y la de los minutos se miran la una a la otra, tampoco entienden nada.
Al minuto aquella les dice que adelanten un minuto. El minutero tampoco puede moverse.
El mar está en calma y la noche es oscura.
Aunque el cielo parezca despejado no se puede vivir sin tormentas, están agazapadas detrás de los colores del photoshop.
Horas, minutos y segundos se combinan en vallas electrificadas.
En mitad del Mediterráneo miles de refugiados ponen sus relojes en hora.